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LA MAYOR DIVERSIDAD ECOLÓGICA DE EUROPA

La Península Ibérica y sus archipiélagos conforman un área de gran diversidad arbórea en cuanto a clima, altitud, distribución del territorio y tipos de sustratos. Los beneficios que obtenemos de estos ecosistemas son múltiples y muy valiosos. Es nuestra responsabilidad proteger la mayor diversidad ecológica de Europa.

 

 

El clima influye de forma natural en la distribución y presencia de la vegetación. Durante los últimos milenios se han dado variaciones que han afectado en mayor o menor medida al territorio, con periodos más fríos y abundancia de nieves y periodos más secos y áridos.

 

ÁREAS DE DIVERSIDAD ECOLÓGICA DE ESPAÑA

Desde la última glaciación, hace unos 20.000 años, la retirada progresiva de los hielos favoreció la colonización vegetal. Las especies que hoy conocemos ya estaban diferenciadas y se fueron estableciendo en tres áreas principales claramente diferenciadas:

 

  1. La actual zona de influencia atlántica en el litoral cantábrico, el cuadrante noroccidental y las zonas montañosas pirenaica e ibérica.
  2. Una zona de influencia mediterránea directa que incluye el extremo árido del sureste peninsular y las Islas Baleares.
  3. Un gran espacio interior con grandes variaciones de temperatura, zonas de transición y algunos enclaves más húmedos y otros más áridos.

 

Además, hay que tener en cuenta los cambios más locales o regionales que se dan por inundaciones, corrimientos de tierra, incendios provocados por rayos, terremotos, huracanes, etc.

 

 

La Península Ibérica y sus archipiélagos conforman un área de gran diversidad arbórea en cuanto a clima, altitud, distribución del territorio y tipos de sustratos

 

 

LA IMPORTANCIA DE UNA GESTIÓN SOSTENIBLE DE LOS BOSQUES

Paralelamente a los cambios producidos por factores naturales, la presencia humana también altera el paisaje debido a la explotación de los recursos forestales. Conviene destacar que la deforestación y tala indiscriminada realizada en los ecosistemas forestales para poder extraer sus maderas es uno de los problemas ambientales más graves que sufre el planeta y que está provocando otras dificultades socio-ambientales.

 

Por ello, es oportuno llevar a cabo una adecuada utilización de los recursos forestales a través de una explotación forestal responsable del bosque. Gestionarla adecuadamente supone analizar el lugar y tener presente cómo se desarrollará la actividad, además de planificar la explotación en base a la tasa de renovación de las especies, así como repoblar con las especies nativas para conservar el equilibrio ambiental.

 

Por otra parte, realizar una tala indiscriminada puede provocar un daño ambiental irreparable en el ecosistema y ocasionar la “muerte” biológica y económica del entorno.

 

Evidentemente, el ser humano actúa negativamente en la transformación de los bosques, eliminando las plantas que pueden ser competidoras o no interesan para sus fines de explotación de los recursos forestales (alcornocales para explotar el corcho, pinos resineros para extraer la resina, robles, encinas, hayas, etc., para mantener dehesas ganaderas o para extraer carbón vegetal, etc.).

 

A su vez, la recuperación natural de zonas alteradas por la influencia humana en muchas ocasiones no evoluciona hacia su estado original, sino que puede hacerlo hacia otras estructuras o equilibrios vegetales muy distintos. Por ejemplo, un terreno en pendiente sufrirá más la erosión al perder su cobertura arbórea; y ésta pérdida progresiva del suelo puede impedir el asentamiento del árbol dominante antes de su explotación, así como favorecer su colonización por otra especie más adaptada a las nuevas características del terreno.

 

 

Deberíamos ser conscientes de la importancia que tiene conservar los bosques y su diversidad, pues como se puede apreciar en el artículo publicado en RTVE  / CSIC, los bosques con mayor diversidad de árboles producen más madera (en torno al 24% más). Por ello, la gestión sostenible de bosques es una práctica donde todos ganan, ya que contempla la conservación de distintas especies.

 

 

Resulta indispensable conservar los bosques de España que contienen la mayor diversidad ecológica de Europa

 

LA DIVERSIDAD ARBÓREA EN ESPAÑA

Todas estas singularidades hacen que la Península Ibérica y sus archipiélagos sean un espacio único, ya que en un espacio relativamente reducido encontramos una increíble variedad de unidades de paisaje y la mayor diversidad ecológica de Europa.

Entre la diversidad arbórea, podemos encontrar:

 

  • Especies Dominantes: Los árboles son el resultado de esa diversidad de influencias y actividades. Aunque las extensiones que ocupan son muy variables, podemos asignar un tipo de especie dominante a cada zona del territorio. Así, hablamos de:
    • encinares (Quercus ilex),
    • alcornocales (Quercus suber),
    • hayedos (Fagus sylvatica),
    • castañares (Castanea sativa),
    • pinares (gén. Pinus),
    • robledales (Quercus petraea, Q. pubescens, Q. robur, Q. pyrenaica),
    • quejigares (Q. canariensis, Q. faginea),
    • abetales (Abies alba),
    • pinsapares (Abies pinsapo),
    • sabinares albares (Juniperus thurifera).

 

  • Especies no Dominantes: Otras especies tienen áreas más restringidas o dispersas, formando pequeños bosquetes o apareciendo en bosques mixtos o en las zonas de transición de otras especies dominantes:
    • madroños (Arbutus unedo),
    • tejos (Taxus baccata),
    • abedules (gén. Betula),
    • enebros (Juniperus communis, J. oxycedrus),
    • acebos (Ilex aquifolium),
    • laureles (Laurus nobilis),
    • loros (Prunus lusitanica),
    • tilos (gén. Tilia),
    • álamos temblones (Populus tremula),
    • arces (gén. Acer),
    • mostajos (gén. Sorbus),
    • majuelos (gén. Crataegus),
    • espinos cervales (Rhamnus cathartica),
    • arraclanes (Frangula alnus),
    • olmos de montaña (Ulmus glabra),
    • olmos temblones (Ulmus laevis), etc.También existen especies asociadas a la humedad, que se distribuyen próximas a cursos de agua o niveles freáticos elevados: saucedas (gén. Salix), alisedas (Alnus glutinosa), alamedas y choperas (Populus alba, P. nigra), olmedas (Ulmus minor) o tarajales (gén. Tamarix).

 

  • Especies no Autóctonas: Las especies introducidas o no autóctonas (alóctonas), se han asilvestrado ocupando el nicho ecológico de especies oriundas, conviviendo con ellas o incluso desplazándolas (especies invasoras). El árbol del cielo (Ailanthus altissima) o el olmo siberiano (Ulmus pumila) aparecen en todo tipo de medios. Forman rodales que se extienden por semillas o por rebrotes de cepa y medran en cunetas, bordes de caminos, descampados, setos, jardines, escombreras e incluso en huecos de alcantarillas y edificios. 

 

Las diversas especies de acacias (gén. Acacia), algunas palmeras (gén. Phoenix), el pimentero falso (Schinus molle) o el tabaco moruno (Nicotiana glauca), al necesitar la influencia oceánica que suaviza las temperaturas, se han asilvestrado sobre todo en las zonas costeras, si bien hay excepciones en el interior peninsular. El árbol del Paraíso (Elaeagnus angustifolia), el cinamomo (Melia azedarach), el plátano de sombra (Platanus hispanica), el arce negundo (Acer negundo), algunos tarajes (gén. Tamarix), la falsa acacia (Robinia pseudoacacia), la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos) y la acacia del Japón (Sophora japonica) llegan a formar rodales o bosquetes en algunos descampados, cunetas, medianas e isletas de vías de comunicación, frecuentemente favorecidas por el ser humano al usarse como plantas ornamentales.

 

Además, algunas especies se asocian a bordes y cursos de agua, donde han encontrado una magnífica vía de dispersión y colonización. Ciertas especies de eucaliptos (gén. Eucalyptus), moreras (gén. Morus), pinos (gén. Pinus), chopos híbridos (Populus x canadensis) o mimbreras (Salix viminalis) se han beneficiado de las plantaciones hechas con fines comerciales. Así, desde sus zonas de plantación han ido dispersándose y colonizando otros medios. Además, en el caso de frutales como el almendro (Prunus dulcis), el guindo (Prunus cerasus), el peral común (Pyrus communis), el serbal común (Sorbus domestica), el granado (Punica granatum), etc., muchos animales han contribuido a su dispersión al trasladar sus frutos y semillas.

 

La diversidad arbórea abarca toda la vasta red de la vida en el planeta. Fundamenta nuestra economía y nuestro bienestar y dependemos de ella para los alimentos, los materiales, el agua limpia, el aire puro y los medicamentos. Nos protege de los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, y contribuye a la lucha contra el cambio climático. Está en nuestras manos detener la pérdida de biodiversidad y proteger la naturaleza, así que aprovechemos la oportunidad mientras quede aún tiempo. Todos debemos esforzarnos para conservar la mayor diversidad ecológica de Europa.

 

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Queremos devolver a la vida los bosques incendiados transformando parte de sus cenizas en productos ecológicos. #CUIDATUPIELYLADELPLANETA

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